Lo que comenzó como una modesta expresión cultural en la Plaza de la Democracia en 2003, se ha consolidado en los últimos veinte años como la más significativa manifestación de derechos humanos y diversidad sexual en Centroamérica. La Marcha de la Diversidad en Costa Rica ha atravesado transformaciones sociales, políticas y culturales que reflejan la evolución y resistencia de la comunidad LGBTIQ+ frente a un entorno legal y social históricamente desigual.
Antecedentes: Visibilidad en tiempos de silencio
Durante gran parte del siglo XX, la diversidad sexual en Costa Rica permaneció relegada a los márgenes del discurso público. A pesar de la creciente organización de grupos LGBTIQ+ desde la década de 1990, la discriminación institucional y social limitaba su accionar. La decisión de CIPAC de organizar el Festival de la Diversidad en 2003 fue un primer intento por ocupar el espacio público desde la cultura y el arte, en un país tradicionalmente conservador.
El evento, realizado en un contexto aún hostil, funcionó como catalizador para futuras movilizaciones. Fue, según muchos activistas de la época, una “prueba de fuego” que demostró que la visibilidad era posible, aun sin respaldo gubernamental ni cobertura mediática favorable.
Caminando hacia la igualdad: Evolución de la marcha
2008 marcó la primera Marcha de la Diversidad oficial, organizada por la agrupación Beso Diverso, con apenas 70 personas. Su realización, en medio de temores por altercados debido a un partido de fútbol, representó un ejercicio de valentía más que de logística.
Para 2010, el evento adoptó su ruta actual desde La Sabana hasta el Parque Central, consolidando un trayecto que une geográficamente los extremos del centro capitalino y simbólicamente las demandas de una comunidad antes silenciada.
En 2018, el entonces presidente Carlos Alvarado pidió perdón público a la comunidad LGBTIQ+ por la discriminación histórica del Estado, en una edición que congregó a más de 100,000 personas. Un año después, en 2019, él y su gabinete marcharon por primera vez como gobierno en funciones, un hecho inédito en América Latina.
Pausa y pandemia: 2020-2021
La llegada del COVID-19 detuvo temporalmente la expansión de la marcha. Las ediciones de 2020 y 2021 fueron canceladas, pero la presencia digital de activistas mantuvo vivo el espíritu de resistencia y memoria. Se organizaron encuentros virtuales, campañas en redes sociales y foros que sirvieron para mantener la agenda en movimiento.
Resiliencia multiplicada: De 2022 al presente
En 2022, tras la entrada en vigor del matrimonio igualitario en el país, la marcha regresó con fuerza. Más de un millón de personas participaron en una jornada que incluyó un concierto gratuito de Paulina Rubio en el Estadio Nacional. Fue una celebración de derechos conquistados, pero también un recordatorio de lo mucho que aún falta.
La edición de 2024 fue especialmente significativa. Tras la destitución de la ministra de Cultura por declarar el evento de interés cultural sin autorización presidencial, la marcha se convirtió en una manifestación de rechazo a la regresión institucional. Miles de personas asistieron, y la intervención de Dayana Álvarez, presidenta de la Fundación Celebración de la Diversidad, fue recibida con ovaciones y lágrimas. Su mensaje fue claro: “no vamos a retroceder”.
Homenajes: Una crónica de memoria y reconocimiento
Los homenajes de cada edición constituyen un archivo moral y político del movimiento:
- 2012: Pilar Cisneros y Marcelo Castro, periodistas reconocidos por dar visibilidad respetuosa a temas LGBTIQ+, fueron homenajeados por su compromiso ético desde los medios.
- 2018: Yadira Calvo Fajardo y activistas pioneros fueron reconocidos por sus aportes en derechos humanos y educación, destacando la importancia de la cultura en el cambio social.
- 2019: Se rindió homenaje a personas trans por su lucha por el reconocimiento legal y social de sus identidades, en un contexto aún carente de leyes específicas.
- 2022: Parejas del mismo sexo que impulsaron el matrimonio igualitario recibieron tributo público en un año de gran celebración.
- 2023: Jóvenes activistas digitales y estudiantiles fueron reconocidos por su trabajo en redes, visibilizando temas de salud mental, inclusión y educación.
- 2024: Dayana Álvarez fue el rostro del año. Su discurso en defensa de la marcha, frente a un clima político adverso, la consolidó como figura emblemática del activismo contemporáneo.
Retos y transformaciones futuras
Pese a los avances, los desafíos son múltiples. La ausencia de una ley integral de identidad de género, la falta de políticas públicas de salud mental dirigidas a jóvenes LGBTIQ+, y la creciente ola de discursos antiderechos en redes y partidos políticos representan obstáculos tangibles.
Además, la desprotección en regiones rurales y la discriminación estructural en centros educativos y religiosos aún limitan el acceso real a una vida libre y digna.
Frente a esto, las nuevas generaciones enfrentan una disyuntiva: mantener el legado recibido o resignarse al retroceso. La Marcha de la Diversidad ha dejado claro, año tras año, cuál debe ser la respuesta.
Una marcha hacia el porvenir
La historia de la Marcha de la Diversidad en Costa Rica no es solo un recuento de eventos, sino una bitácora de dignidades acumuladas. Es la demostración de que el amor, la memoria y la resistencia pueden ocupar la avenida más céntrica del país. Y si bien el camino ha sido largo y muchas veces cuesta arriba, la dirección es clara: hacia adelante.