Vivimos tiempos en que la falta de empatía resulta evidente. En Costa Rica, como en muchos lugares, crece la apática indiferencia y actitudes centradas en uno mismo. Se ha criticado que actitudes como ignorar protocolos sanitarios o lanzar comentarios hirientes en redes sociales son muestra de una sociedad insensible. La empatía, definida por Carl Rogers como “ver el mundo con los ojos del otro”, escasea a nivel educativo y social. Según un informe de la UNESCO, temas como la fraternidad y la empatía están ausentes en la enseñanza de la mayoría de los países latinoamericanos, incluida Costa Rica. Esa carencia fomenta antipatía, apatía y egocentrismo: quien no practica ponerse en el lugar del otro, suele tornar su mirada hacia el propio beneficio.
No obstante, la situación invita a reflexionar sobre las consecuencias de esa falta y, especialmente, sobre cómo revertirla. Aquellos entornos laborales o comunitarios donde domina la insensibilidad tienden a ser tóxicos: se agravan los conflictos, aumenta el estrés y se dificulta la colaboración. En cambio, personas que cultivan la empatía construyen vínculos más sólidos. Como señala un experto, la empatía “provoca una mayor sensación de comodidad en el trabajo, ya que las relaciones se vuelven mucho más fluidas, lo que desemboca en una mayor productividad y en un mejor clima laboral”. En otras palabras, al eliminar prejuicios y entender mejor a los colegas, no solo fluye mejor la comunicación, sino que los equipos prosperan juntos.
Beneficios de la empatía en la vida laboral y social
Cultivar la empatía tiene impactos positivos comprobados. Por ejemplo, en el liderazgo moderno un estudio reveló que el 70% de los empleados considera fundamental el apoyo emocional de su líder para ser productivo. Líderes empáticos retienen más talento: empresas con directivos comprensivos tienen un 50% más de probabilidad de conservar a sus colaboradores. Asimismo, entornos laborales comprensivos reportan hasta 21% más de rentabilidad y 22% más de productividad. Es decir, entender las necesidades ajenas no solo es una virtud humana sino una estrategia empresarial efectiva.
La empatía también fortalece la salud mental y el tejido social. Al sentirnos comprendidos surge un vínculo de confianza y apego emocional. Reducir el juicio ajeno al ofrecer apoyo sincero disminuye estrés y soledad. Incluso fuera del trabajo, grupos solidarios de amigos, familia o colegas, proporcionan un sentido de pertenencia esencial para el bienestar. Como expresó Epiceto: “Tenemos dos oídos y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos”. Este proverbio antiguo subraya que escuchar activamente al otro alivia sus problemas y refuerza la cohesión. En resumen, practicar la empatía promueve relaciones más sanas y comunidades más justas.
Cómo fomentar la empatía
Cultivar la empatía es posible con intención y práctica. Algunas claves incluyen:
- Escucha activa: Prestar atención real al otro, sin interrumpir ni juzgar. Esto significa escuchar con el corazón y no solo con los oídos, tal como aconseja Martha Sialer: “Si vas a escuchar a alguien, que tu corazón no esté dormido”.
- Ponerse en el lugar del otro: Imaginar cómo se siente la persona. Preguntarse “¿qué pasaría si estuviera en sus zapatos?” y actuar en consecuencia. Barack Obama lo resumió: “Aprender a pararse en los zapatos de otra persona, a ver a través de sus ojos… así es como comienza la paz”.
- Humildad y curiosidad: Reconocer nuestros prejuicios y preguntarnos abiertamente, con genuino interés, por la historia ajena. Preguntas simples (“¿Cómo te ha afectado esto?”) construyen puentes invisibles.
- Reconocer emociones propias: Antes de aconsejar, identificar cómo nos sentimos ante una situación similar. Esto evita reacciones defensivas y ayuda a responder con compasión.
- Acciones solidarias: Pequeños gestos de ayuda refuerzan la empatía. Como dijo Steinbeck, “solo puedes entender a las personas si las sientes en ti mismo”. Compartir logros (“esto fue trabajo de equipo”) o dar crédito real a otros genera ambientes de respeto mutuo.
Estas prácticas pueden formalizarse en capacitaciones de inteligencia emocional, ejercicios de role-play o simples compromisos diarios, pero sobre todo requieren de nuestra conciencia activa.
Un llamado a la acción
Empatía no es un lujo intelectual sino el cimiento de un entorno sano: mejora la productividad, la creatividad y la satisfacción (se ha documentado hasta un 25% más de creatividad en equipos empáticos). Además, cuida nuestra salud mental al generar apoyo social y confianza. Por eso, cada profesional puede ser agente de cambio: en la oficina promover reuniones donde se escuchen todas las voces, en redes sociales elegir difundir comprensión en lugar de odio, y en la vida diaria hacer un esfuerzo consciente por entender las emociones ajenas. Como recomendaba Stephen Covey: “Trata de comprender antes de ser comprendido”.
La empatía, en definitiva, no solo “cura silencios” sino que activa soluciones. Hagamos de Costa Rica y de nuestros espacios de trabajo lugares donde prime la compasión tanto como la competencia. Cada pequeño acto empático, un cumplido sincero, una mano ofrecida, un problema compartido. Siembra cultura de solidaridad. Cultivemos la empatía día a día, construyamos puentes con nuestros colegas y conocidos, y veamos cómo florece un entorno más humano y productivo.